Honestamente, nadie puede restar importancia al impacto de la pandemia de COVID-19 en el panorama social en España.
Y casi todo el mundo puede estar de acuerdo en que los últimos 14 meses han sido uno de los momentos más difíciles de la historia moderna, con restricciones personales, cierres de empresas y fracasos económicos a nivel nacional.
Estos factores han pasado factura a la población malagueña, con los centros de salud mental registrando un número récord de ingresos en los últimos meses.
Según una entrevista de Malaga Hoy, la clínica ha experimentado un aumento dramático de la depresión y la ansiedad entre sus residentes desde principios de 2021.
“Hemos visto un gran aumento en la desesperanza e incertidumbre entre nuestros pacientes”, dijo Susana Ortigoso, psicóloga del Centro Comunitario de Salud Mental Puerta Blanca en Málaga.
«Estamos sufriendo mucho como pueblo, especialmente desde el programa de desescalada, con el tiempo los efectos de la pandemia están afectando cada vez más la salud mental de nuestros residentes».
Ortigoso explica que uno de los principales protagonistas de la atención de la salud mental en el hospital tiene entre 35 y 55 años, aunque han visto pasar por sus puertas a personas de todas las edades.
“Existe un patrón claro de que a medida que aumentan las responsabilidades personales de una persona, aumenta el estrés y, por lo tanto, la depresión también aumenta. dijo Ortigoso.
El psicólogo le dijo a Malaga Hoy que la crisis económica y el desempleo récord es uno de los mayores desencadenantes de la salud mental de los adultos, ya que la incertidumbre financiera ejerce presión sobre las familias.
Otro de los factores contribuyentes es la reducción de las interacciones sociales, una parte importante de la cultura española que ha sido reprimida desde el inicio de la pandemia.
Las reglas de distanciamiento social han puesto fin a los saludos dobles y los abrazos conmovedores, mientras que el cierre de bares y restaurantes ha limitado la posibilidad de que amigos y familias se reúnan para socializar.
Ambos factores han sido perjudiciales para la salud mental de la región, explica Ortigoso.
“Las personas no solo no pueden realizar físicamente estos actos durante la mayor parte del estado de alarma, sino que muchos también están nerviosos por volver a los saludos táctiles por temor al contagio, lo que aumenta la ansiedad y el miedo. Nerviosismo”. dijo Ortigoso.
Si bien Ortigoso admite que alguna vez hubo un espíritu de resistencia entre la gente, se está desvaneciendo y muchos están aceptando la realidad de una «nueva normalidad».
“Si no hay trabajo y no hay esperanza, es difícil mantener un espíritu positivo”, dijo.
Ortigoso espera que el gobierno escuche a los profesionales y comience a levantar las restricciones lo antes posible por el bien de sus pacientes.
«Mientras tratamos de resolver estos problemas con asesoramiento y orientación, muchos necesitan más y, por lo tanto, se están dispensando medicamentos, pero debemos abordar los problemas subyacentes en lugar de corregir los resultados». ella dijo.