“Soy Carlos, un médico de familia de un pueblo de Sevilla, que por primera vez temió por su salud porque otra persona decidió que yo merecía una paliza”. […] El personal médico tiene que soportar a diario groserías, caras malas y preguntas sobre nuestras habilidades, capacidades y conocimientos. Déjame decirte algo: soy una persona con sentimientos, dudas, miedos e incertidumbres, como tú.» Este es un extracto de la carta abierta que Carlos Máiquez envió la semana pasada a los usuarios del Servicio Andaluz de Salud, apenas siete días después de que casi fuera agredido por uno de sus pacientes en su centro de salud de Burguillos (Sevilla). Con ello, además de exorcizar el asombro por la mala experiencia, se apela a la «empatía» de los ciudadanos. Es esta pérdida de la capacidad de identificarse con el personal sanitario detrás del mostrador o durante una visita la que, en la mayoría de los casos, está en la base del aumento de ataques a profesionales sanidad en andalucía, cuya tendencia alcista denuncian los sindicatos con una concentración a principios de diciembre.
Máiquez, que casi fue agredido en su consulta por un paciente que creía que debería haber sido atendido antes que otro que llevaba más tiempo esperando en la sala de espera, es uno de al menos nueve casos denunciados de agresiones a trabajadores de Noviembre en Andalucía, cinco en tan solo 48 horas. “Las denuncias son sólo la punta del iceberg, porque la mayoría de agresiones, sobre todo verbales, no se denuncian”, afirma Antonio Macías, jefe del área de salud de UGT-Andalucía. El Sindicato Médico Andaluz calcula que el 20% de las crisis acaban produciéndose.
«La situación es cada vez peor», resume Silvia Zafra, responsable de salud de CSIF Sevilla. Los datos lo confirman. Según las estadísticas de agresiones del primer semestre de 2024, las últimas publicadas por el Ministerio de Sanidad, entre enero y junio se produjeron 924 agresiones a sanitarios, un 7% más que en el mismo periodo de 2023, que con un total de 1.564 agresiones , certificando un aumento del 11% respecto a 2022. De los casi mil casos reportados este año, 205 fueron agresiones físicas y 719, verbales.
El SAS no oculta su preocupación por el aumento de los ataques contra su personal. «Andalucía fue la primera comunidad que tuvo en 2005 un plan de asalto actualizado en 2020», explica Nuria Queraltó, subdirectora de Prevención de Riesgos Laborales del SAS, lo que explica este aumento de «una mayor sensibilización» por parte de la ciudadanía profesional que Señala que «cada vez se denuncian más agresiones verbales que antes no se habían denunciado».
Pero, ¿a qué se debe la creciente agresividad de los pacientes? Fernando García, matrón jubilado del hospital de Écija (Sevilla) que en 2023 fue brutalmente agredido en un supermercado por el padre de familia que había asistido al parto un año antes, lo tiene claro: “Se ha perdido la empatía, la falta de respeto hacia los que cuidan de tu salud. «Los pacientes de alguna manera creen que tienen derecho a culparnos, cuando a ellos no se les ocurriría hacer lo mismo mientras esperan en correos o en Hacienda.»
La cultura de la inmediatez
#Salud | ⚠️Asalto n. 223 un #Sevilla
📍Unidad de Salud Mental Mairena del Aljarafe (zona Virgen del Rocío)
El paciente amenaza a los trabajadores sanitarios con un cuchillo:
“Volveré el jueves con algo más grande, haré un gran negocio” transmitimos preocupación @saludand#SevillaHoy— CSIF Sevilla (@SevillaCSIF) 20 de noviembre de 2024
Para José Carlos Márquez, diputado de Acción Sindical de Satse en Andalucía, los motivos que explican esta falta de empatía son múltiples. “Importan los factores culturales, sociales y económicos y luego está la cultura de la inmediatez, el paciente quiere ser atendido rápidamente y recibir el fármaco o tratamiento que cree que se le debe ofrecer”. Una enfermera -que prefiere no ser identificada para evitar problemas en la ciudad- que recibió una patada de otro paciente en la sala de espera de su centro de salud en el municipio gaditano el pasado 11 de noviembre, tras interrumpir el tratamiento que estaba realizando a otro paciente , corrobora esta teoría: “No hay educación sanitaria en la sociedad. “Hay que respetar los criterios médicos”, subraya. Es la primera vez que es agredido físicamente en sus 20 años de experiencia en la salud pública.
Esta cultura de la inmediatez se ve agravada, según los interlocutores sindicales consultados, por la escasez de médicos en los centros de salud -donde, entre 2019 y 2023, se produjeron el 55% de los casos de agresiones, el 45% de los cuales ocurrieron en instalaciones hospitalarias, según Datos SAS y problemas para concertar una cita con su médico de cabecera y listas de espera cada vez más interminables buscar tratamiento de un especialista. Maíquez confirma esta impresión. “El empeoramiento va a peor y el paciente gestiona esa frustración con las herramientas que tiene y eso nos afecta a nosotros también, porque las pruebas que pedimos tardan mucho más y no podemos trabajar en las condiciones que queremos, además se ha bajado el estándar mínimo de calidad” .
Desde el SAS, Queraltó no comparte este diagnóstico: “El perfil de los agresores indica que ya no están molestos porque tengan que esperar más de la cuenta, sino porque necesitan ser asistidos inmediatamente y eso es muy difícil de satisfacer”. Según los datos utilizados, el 40% de los ataques están vinculados a solicitudes de los usuarios; el 33% para actividades de salud; el 24% por la atención recibida y el resto está relacionado con la salud mental de los pacientes.
El mismo día en que la enfermera gaditana fue agredida, una auxiliar administrativa del centro de salud de El Ronquillo (Sevilla) fue agarrada por el cuello y empujada contra la pared por un paciente. Desde entonces se encuentra de baja, al igual que otro médico de otro centro de salud del barrio sevillano de Pino Montano, que había recibido un puñetazo en la cara una semana antes. “El atacante sólo fue condenado a una multa de cuatro meses, pero no se le impuso ninguna orden de alejamiento. Hay una sensación de desprotección”, advierte Zafra. «Cerca del 90% de las personas agredidas sufren consecuencias psicológicas, aunque no se trate de un ataque verbal», añade el representante de Satse.
Prevención y sanciones
“Somos operadores profesionales, pero vamos a trabajar, no a esperar que alguien meta la mano en el bolsillo por si saca un cuchillo… Si estamos a la defensiva no prestamos atención a lo que nos dice el paciente y la percepción “lo que se hace es mal cuidado y eso empeora la fertilidad del suelo”, dice García. Él, al igual que la enfermera, pide sanciones ejemplares para los agresores. “Debe caer todo el peso de la ley y difundirse el boca a boca”, exige este último.
El SAS recuerda que existen protocolos y que el médico agredido puede pedir el cambio de centro o cambiar la tarifa para no tener que consultar a su agresor, o puede verse obligado a acudir a otro centro sanitario. «Pero sólo podemos adoptar esta medida para evitar que ambos se pongan de acuerdo en caso de sentencia firme, pero esto no impide que los familiares acudan a ese centro», afirma Queraltó. “Debemos encontrar un equilibrio entre el derecho a la salud y la protección del personal sanitario”, añade.
Queraltó destaca las medidas de prevención que se han desarrollado y que se recogen en un documento de buenas prácticas, como los pulsadores individuales de alarma, las cámaras de vigilancia, la disposición del mobiliario para facilitar la evacuación y la consulta de habitaciones alternativas, o el software antipánico que Consiste en una combinación de teclas que el profesional debe pulsar en su ordenador y que activa una señal que llega al vigilante de seguridad. Máiquez señala que fue la salida trasera la que evitó que su paciente le golpeara, «pero en ese momento de pánico no habría podido recordar las teclas del ordenador y, además, no estaba ni cerca». «Los conozco, pero en mi caso el ataque se produjo en la sala de espera y no pude haber previsto nada por casualidad», explica la enfermera.
El responsable del SAS reconoce que hay que “mejorar la capacidad de respuesta de los profesionales”. “Necesitamos formar e informar, para que sean capaces de percibir y reconocer los síntomas de agresión y sepan interactuar con el paciente para reducir el tratamiento”, sostiene. Muchas de las peticiones de los sindicatos van en esta dirección, y piden también medidas más disuasorias como una mayor presencia de personal de seguridad. «Necesitamos incrementar el personal de conducción para que las personas agredidas sean acompañadas desde el primer momento y que se les proporcione apoyo psicológico jurídico», afirma Márquez, que recuerda otras dos peticiones de Satse, como la reunión del Observatorio de Agresiones contra Profesionales de SAS o la redacción de la Ley de Autoridad de Profesionales, que establecerá un régimen sancionador para los usuarios y «una mayor educación de la ciudadanía, desde la escuela, para recuperar la empatía y el respeto».
Ahí está Máiquez. “No tengo un mayor sentimiento de miedo ahora. La gran mayoría de los pacientes reciben un trato amable, pero los médicos, día a día, debemos hacer un esfuerzo consciente para transmitirles que no es culpa nuestra, que estamos de su lado, y esforzarnos para que ellos estén de nuestro lado. lado también.» , explica, en línea con su carta abierta: “¿Cómo me gustaría que me trataran? Si nunca perdemos de vista esta perspectiva, tal vez todos podamos construir juntos una realidad más amable».