«Señora Díaz, ¿está dispuesta a respetar a quién gobierna la lista con más votos? ¿Estoy dispuesto a respetarla?»
Juan Manuel Moreno Bonilla («Los desayunos de TVE», 2015)
Una oración y su contexto pueden ayudar a resumir una trayectoria política. Las elecciones al parlamento andaluz elevaron a Juanma Moreno Bonilla a presidente del gobierno andaluz, antes de la constitución de un tripartito de intereses y necesidades. En esta campaña, el candidato no deja de insistir en que tiene fama de moderado, dialogante y reformista. ¿Se puede resumir su paso por San Telmo con estos adjetivos? ¿La imagen que vendes es real?
Toca volver a la sentencia de 2015. En ese momento, el PP se preocupaba por renovar la presidencia de MR en La Moncloa, y tocaba recuperar la propuesta de los sistemas presidenciales. Así, como primera fuerza por el número de votos, garantizaban el gobierno a expensas de la posible suma que pudiera producir entre otras opciones políticas. Sin embargo, en las elecciones de 2018, las palabras de Juanma Moreno fueron arrasadas y prefirió llegar al Gobierno andaluz, cosechando el peor resultado de la historia de los andaluces populares, con el impulso de las veletas naranjas y la necesaria colaboración de la extrema derecha. Un buen cóctel que ha intentado impulsar el progreso de Andalucía y apartar 37 años -y no 40- de gobiernos del PSOE.
«Ni una mala palabra ni una buena acción». Juan Espadas le tiró esta lanza punitiva en el debate del pasado lunes. Durante su mandato, Juanma Moreno se comportó como una reina en un tablero de ajedrez. En todo momento apareció en fotos institucionales y momentos de trascendencia, pero no se movió mucho. En definitiva, Juanma Moreno, como hizo Aznar en su primer mandato, ha mantenido su verdadero perfil directivo. Su gobierno tampoco se destacó por la prevalencia de las buenas obras. Un buen ejemplo lo encontramos en el Servicio Andaluz de Salud. El hecho de recurrir a Salud Responde para solicitar un reconocimiento médico inmediato se convierte en una quimera.
Asimismo, la campaña electoral de 2018 no estuvo precisamente orientada al diálogo y el consenso con los andaluces. Precisamente eso es lo que atestiguan los archivos del diario y también las noticias de este diario, ya que su asesor electoral, Aleix Sanmartín, ha lanzado campañas de desprestigio negativo para fomentar la abstención de 400.000 votantes de Susana Díaz. Esta hazaña también ha dado lugar a la concesión de premios internacionales. Las propuestas constructivas fueron sustituidas por la destrucción del adversario y el barro.
Además, el espíritu ecológico es incompatible con la legalización general de las edificaciones, tanto en Doñana como en El Algarrobico. La bandera del desarrollo sostenible no puede izarse únicamente con campañas de marketing, ya que cada verano los paisajes andaluces son devorados por las llamas.
Finalmente, las privatizaciones estaban en la agenda. Por ejemplo, la distribución de vacunas contra el COVID-19 se concedió sin concurso público a Bidafarma, empresa que dirige Manuela Villena López, esposa de Juanma Moreno. Las constantes referencias a la gestión de la pandemia probablemente no le hagan ningún favor. En conclusión, el candidato popular es un estadista que actúa como empresario en contra del interés público de Andalucía. Por eso más vale que Moreno Bonilla se llame Juanma. Llámame Juanma.