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la vital labor de los TCAE del Hospital Valle del Guadalhorce

27 mayo 2024

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El cielo aún no se ha despejado y un trabajador cruza las puertas del pasillo interno. Vestida de civil, rubia y cincuentona. A primera vista, serio. Pero basta hablar con ella para darse cuenta de que esta cualidad que se le puede atribuir en primera instancia es completamente falsa. En primer lugar, enciende tu computadora. Y Josefa Medina o Pepiy ha estado operando durante dos décadas en Servicio Andaluz de Salud (SAS). Ahora ya tiene su hueco en este sector. No te preocupes por «no estar hablando por teléfono».

-«Buenos días hermosa, ¿cómo estás?»

-Mírame, estoy resfriada y estoy muy fea.

-“Ay, mi Pepi”, dice una compañera de clase con el pelo castaño recogido hacia atrás, cargada de bolsas y posando en el suelo para abrazar a su compañera.

Y Francisca Lourdes Benítez o Paqui Lu, el siguiente en entrar al largo pasillo. Primero. Casi los mismos años que Pepi en el SAS. Y uno de los más antiguos del Hospital del Valle del Guadalhorce (HVG). «He estado allí durante seis años.» El caos reina en la mesa de su computadora mientras las bolsas que llevaba descansan sobre ella. Cambio de vestido y comienza a funcionar como un robot activado. Ordena el vórtice y enciende la computadora. «Va lentamente».

Por arte de magia aparece Carmen Álvarez. Secándose las manos con un papel del que hay dentro de las consultas. «He estado aquí al menos cuatro.» Ya con su uniforme puesto, el consultor se preparó y recién desayunó. El tiempo es dinero y ella no lo había desperdiciado. Carmen ejerce la profesión desde hace 30 años. El más largo del sector sanitario, no así en el hospital de Málaga.

Le apasiona “experimentar la medicina de primera mano”. También tiene un especialidad de la crítica. Pero la vida puede cambiar en un instante. Un grave accidente de tráfico le provocó problemas de espalda durante algunos años. Su condición física le hace perder 20 años en urgencias y consulta. Al final la dinámica es muy diferente. Hay mucha diferencia entre los pacientes que llegan a una zona u otra. En las consultas es posible tener una visión de lo que necesita el paciente. No en la sala de emergencias.

Imagen de uno de los operarios del Hospital Valle del Guadalhorce de Málaga.

El equipo aún no está completo. Pero no tardan en llegar cuando Paqui Lu pregunta por ellos. Como dice el refrán: hablarán de ti y aparecerás por la puerta. Soy Mónica Hidalgo y Belén Gallardo. El primero tenía contratos en la mayoría de hospitales de Málaga. Vive en Cártama y tarda en llegar el mismo tiempo que tarda el médico en tomarle la historia clínica. El segundo llegó a HVG hace más de tres años, tras deambular por los centros sanitarios.

El método de trabajo es similar para todos. Y la rutina es diaria. Mucha monotonía. Repiten los mismos pasos una y otra vez cada mañana. Una lista de mandamientos grabados en sus cabezas. Como si estuvieran programados. El primer paso para que todo salga bien es cambiarse de uniforme. Azul, de todos modos. Antes de que lleguen los médicos preparan la consulta. No como quieras, sino según sea necesario. Si necesitas materiales, al inicio del pasillo hay un pequeño almacén que sirve como almacén.

Turno de mañana

Turno de mañana, de 08:00 a 15:00 horas. El horario ideal para cualquier trabajador medio en España. Las consultas no comienzan hasta las 09:00. El poco tiempo que queda en el TCAE (Técnico en Asistencia Auxiliar de Enfermería) Lo aprovechan para desayunar. Y charlar, antes de empezar la rutina. Nadie se va sin avisar, se esperan unos a otros. Lo hacen en una pequeña habitación junto al pasillo interior. Con una mesa en el centro y ocho sillas rodeándola. Una encimera con fregadero y cafetera junto a una estantería con tostadora.

La mesa es el centro de varios temas. El tema que examinan es la infancia. Un ratito que aprovechan recordar, reír y divertirnos juntos. La actividad dentro de las consultas no les permitirá intervenir hasta el final de la jornada laboral. Recogen y regresan al ring.

A cada profesional se le asigna su propia consultoría. Aunque están sujetos a cambios. La mañana ellos examinan el planificación que descansa sobre la pared blanca del pasillo. Es el recordatorio. Cuando llegan para recuperar fuerzas, aunque aún no las han agotado, el médico ya está presente en algunas consultas. Como Belén y Paqui, que saludan con cariño a quienes serán sus colaboradores durante la jornada.

Saludan cortésmente a quienes serán sus compañeros de trabajo durante la jornada. Los médicos rotan. Y sí, cada día trabajan en un centro diferente. Cada uno tiene una especialidad diferente. Sin embargo, tratar con TCAE es especial. Son muchas horas de trabajo juntos y en equipo. Preguntan por las familias, por la semana… Al final se crea un vínculo. Son las personas con las que más horas pasan al día.

– «Hola girlyyy», suena una voz fuerte y feliz al final del pasillo.

-Hola preciosa, dicen Paqui, Belén y Mónica, juntas en la primera mesa.

-“Belén, la celadora me dijo que hoy me quedo en cardio y que te vayas al otro pasillo”.

Y Cristina Martín. Después de 18 años en el Hospital Costa del Sol de Marbella, sólo lleva meses aquí. Lo bonito del cambio es «el camino, que sobre todo me hizo proponerlo». Cristina es madre, como la mayoría de sus compañeros. La proximidad entre el trabajo y el hogar te permite hacer esto disfruta de tus pequeños por la mañana. Algo que hace meses no pude hacer y que supone un duro golpe para cualquier madre. “Solía ​​depender de que una mujer viniera a mi casa”.

Con el traje puesto y el médico llamando a los primeros pacientes de la mañana, comienza la función TCAE. «tomemos la tensiónrecibimos al paciente en el consultorio, concertamos citas y solucionamos problemas.» En el pasillo reina el orden. Cada TCAE, a su consultorio. Como un zapatero, a sus zapatos. Excepto Pepi. Su consultorio no atenderá pacientes. Ya que si usted Si no te asignan uno nuevo, aprovecha para avanzar en el puesto de trabajo. Es una profesión donde siempre hay una tarea que hacer.

Fachada del Hospital del Valle del Guadalhorce.

Fachada del Hospital del Valle del Guadalhorce.

Rosario Rodríguez o Charo, enfermero. “Estudié enseñanza, preescolar y luego pasé a enfermería”. Trabajar codo a codo con Cristina. En cardiología. Ambos sentados uno frente al otro. Y esperan las instrucciones que el médico en este caso les da sobre el paciente en consulta. Se puede escuchar a Mónica proclamando el ensayo como si fuera un tenor de ópera. Se lo sabe de memoria. Llegaría a su casa y seguiría dando indicaciones.

Belén sigue en el otro pasillo. No se siente muy cómodo allí. Mientras tanto, en su oficina principal, un compañero de mantenimiento repara el ecógrafo. Aprovecha que aún no ha comenzado la consulta inspeccionar el dispositivo. Pero necesita la atención de Belén para que le dé varios consejos cuando vuelva a utilizarlo. Luego de escuchar la explicación del joven sin cabello y con gafas, la profesional regresa al pasillo donde se suponía que debía estar presente.

Cuando todo funciona, el el corredor esta desierto. En su mesa sólo queda Pepi. Y Paqui se marcha cinco minutos después. «Los primeros cuatro pacientes no acudieron a mí». En ese momento aparece por la puerta un chico grande y musculoso. El uniforme no es TCAE, ni de enfermera ni de médico. Y la porra que sobresale de su torso no sugiere que pertenezca al personal sanitario. Es el guardia de seguridad David. Saluda a Pepi, camina unos metros y se detiene en la mesa de Paqui. “¿Qué estás haciendo, pequeña?”

-“Chicas, ¿cómo están?”, las interrumpen desde la puerta del pasillo interno que conduce al área de pacientes.

-«Muy bien».

-«Bien, gracias».

«Hola, chicos.»

Y Fuensanta Macías. Con su alegría característica, sale al pasillo para amenizar la mañana. «Santi es el timón de nuestro barco». Ella es una guardiana. Cabello rizado y rubio. Calcetines exóticos. Es alegría en estado puro. Está en el escritorio del área de consultas. Temprano en la mañana ya es modus operandi para indicar a los pacientes. Se sabe en qué corredor, de los tres que componen esta zona, se ubica cada consulta. Un GPS humano. Trabaja siempre de una manera muy dinámica, alegre y solidaria. El sabe todo. Es el que atiende a mayor número de pacientes. Muchos. No dejan de venir. «Uf, hay una fila otra vez, ya veremos». Manos arriba y afuera nuevamente.

Como en un cambio de partido de fútbol, ​​sale Santi y entra Cristina. No el TCAE, sino el supervisor. Es decir, el jefe. «Ella es súper buena, diplomático y amigable«. Parece que tiene algunos bienes en sus manos. Coloca la caja de cartón un poco gastada sobre la mesa de Paqui. Como su nombre indica, ella es quien supervisa el trabajo del TCAE. Es la encargada de organizar la planificación mensual que todos observan cada mañana.

-«¿Necesitas algo?»

-«Si lo tienes, déjamelo a mí». ibuprofeno y paracetamol. Dame también una parte de los rollos de camillas.»

-«Listo anotado.»

-«Gracias».

-Me voy rápido hacia ustedes. Me están esperando.

Unión

Este grupo de profesionales se caracteriza por la unidad entre ellos. El equipo humano se consolida con el tiempo. Solo mira la forma en que se miran, se ayudan y hablan entre ellos. “Así como yo (Paqui) pedí venir aquí, otros compañeros están haciendo lo mismo”.

Es un Centro Universitario que es el lugar ideal para aquellos profesionales que viven en localidades cercanas. Es otro método de trabajo. Al ser un hospital de nueva creación, en 2015, la dinámica es diferente a su sede principal, el Hospital Virgen de la Victoria.

Después Atendiendo a una media de 15 a 25 pacientes. durante la mañana utilizar el rodillo camilla, solucionar problemas de citas canceladas y quejas y recoger la consulta, fin. Parece un trabajo fácil, pero al fondo del cañón se necesitan siete horas. Uno a uno con la gente. Una profesión algo mal remunerada. Pero reconocido por los pacientes. Uno de los tantos que visitan estas clínicas le dejó a Pepi varias bolsas de naranjas, mandarinas y huevos. Como agradecimiento por tu trabajo. Estos son sentimientos encontrados.

Sin embargo, Paqui «está feliz de poder ir a trabajar». Belén disfruta «tratando con pacientes y ayudando a los demás». Mónica «está agradecida y feliz». Pepi: «bien, muy bien». Cristina «tiene muchas ganas de aprender» en este nuevo hospital. Charo: «Desde pequeña dije que quería ser enfermera para poder ponerme la bata blanca». Sólo hay una cosa que está clara. La vocación, aquí, no se negocia.

Pablo Benítez Benítez es estudiante de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Málaga y participa en la sección periodística de la UMA a través de la cual EL ESPAÑOL de Málaga da su primera oportunidad a jóvenes talentos.