Esperan que la decisión no se tome al menos hasta que disminuyan los contagios y pase la Semana Santa, festividad que podría provocar un nuevo repunte, advierten.
La decisión está tomada. El fin de las mascarillas de interior tiene fecha, aunque aún no se ha hecho pública. Sea tarde o temprano, de momento lo único que se sabe es que su despedida será «pronto» o «muy pronto», como dijo el propio presidente Pedro Sánchez hace unos días. Algo que fue más o menos lo mismo que escuchó el jueves pasado la ministra de Salud, Carolina Darias, quien llamó a los medios a tener un poco de paciencia.
«Sé que hay mucho interés en saber el ‘cuándo’, pero también es importante el ‘cómo’, y eso todavía está por acordarse», dijo el mandatario estatal sobre una decisión en la que hay de todo menos qué. consentimiento. Al menos en lo que a las comunidades autónomas se refiere, porque cuando se trata de médicos, epidemiólogos o expertos sanitarios en general, la mayoría cree que es mejor pecar de precavidos que tener miedo en el futuro.
“Sinceramente, no sé qué criterio usarán para tomar la decisión de quitarse la máscara en el interior, pero obviamente los baños todavía tenemos miedo de otra ola”. Con estas palabras, un portavoz del Consejo de Colegios Médicos de Andalucía, Jorge Fernández Parra, resume el sentir de la mayoría de los expertos en salud. Un profesional que cree rápido flexibilizar el uso de la mascarilla tanto por la incidencia actual como porque se acerca la Semana Santa. Sin embargo, este profesional médico cree que es «probable» que después de las vacaciones, cuando la gente se mueva y socialice más, haya nuevos picos.
Según Fernández Parra, la preocupación por los nuevos brotes «existe» y, de hecho, está convencido de que llegarán si la sociedad se comporta como si el virus ya no existiera. Para ello defiende que la mascarilla debería ser obligatoria en espacios cerrados al menos «hasta que el contagio sea algo excepcional, una cosa irrelevante», dice este médico, que advierte de que en su centro hospitalario siguen hospitalizados a diario personas contagiadas.
Por eso quiere apelar a la prudencia para que los datos epidemiológicos sean los que sustenten cada decisión que tome el Gobierno al respecto. Si bien no se refiere a un umbral epidemiológico en el que cree que se puede sostener una medida de este calibre, insta a las comunidades a mantener la máscara, por ejemplo en las aulas, al menos hasta el final del curso. «No tiene nada de malo esperar un par de meses», dice Parra, quien también invita a reconsiderar esta opción al menos hasta junio en lugares como el transporte público, los cines o cualquier lugar cerrado y lleno de gente donde se respire más de 15 minutos.
50 casos cada 100.000
Quien se atreve a dar un horizonte estadístico sobre el que sustentar una decisión de este tipo es el catedrático de Inmunología de la Universidad de Granada (UGR), Ignacio Molina, quien, tras observar los datos que el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA ) cree sinceramente que «este no es el momento». A su juicio aún es «temprano», aunque dice ser consciente de las ganas que tiene la gente de perder de vista, nunca mejor dicho, la máscara.
Molina ve lógico que se empiece a hablar de flexibilizar las pocas medidas anticovid que quedan, pero no porque se crea que el virus se propaga más «ligeramente», sino porque ha adquirido un «alto grado de inmunidad social». Pese a ello, «hay que ir con calma», invita el catedrático, que teme que cualquier paso en falso del Gobierno pueda «desestabilizar la curva» o transmitir «una idea equivocada» a la gente.
El catedrático recuerda que el virus no ha desaparecido, aunque reconoce que la situación empieza a ser buena y defiende que pronto podría abrirse la posibilidad de dar pasos hacia el alivio definitivo si es posible estar por debajo de los 50 casos. por cada 100.000 habitantes. Algo que todavía tendríamos que esperar un poco. Para hacernos una idea, la incidencia de Andalucía es actualmente cuatro veces este nivel. Son unos 200 casos, un volumen aún elevado con el que también tiene que afrontar las vacaciones de Semana Santa, lo que supone un «riesgo añadido». Por eso, además de la incidencia, Molina defiende que deberíamos esperar, al menos, al final de la Semana Santa. Más que nada porque el virus resurge gracias al aumento de la movilidad o la mayor socialización de las citas de vacaciones.
Farid Muwaquet, un mando intermedio del Servicio Andaluz de Salud en atención primaria, piensa como Molina. Está a la vanguardia de la gestión activa de la pandemia en la atención ambulatoria que ha sido duramente atacada por el virus en esta sexta ola. Explique que las cosas han mejorado mucho, que apenas son una sombra de lo que eran en los meses de enero o febrero. No obstante, utiliza los últimos datos recogidos por los terminales sanitarios granadinos para demostrar que sólo con la celebración del último puente se han producido efectos negativos sobre la actual situación epidemiológica. Según explica, la mejoría que se ha experimentado en las últimas semanas se ha ralentizado, por lo que hace un llamamiento a la prudencia de cara al próximo cierre patronal festivo.
«El sentido de todo lo nuevo que hacemos debe ser buscar la prevención. Y todavía no creo que sea el momento de quitarse la mascarilla dentro de casa porque tenemos unas incidencias altas, casi parecidas a las que hubo en otros momentos de la pandemia y que incluso motivaron la puesta en marcha de medidas contundentes”, explica este médico. Muwaquet argumenta que, como mínimo, habría que moverse en números entre 100 y 50 casos por cada 100.000 habitantes para empezar a plantearse lo que, según él, debería ser una retirada «gradual» de la mascarilla en espacios cerrados.
Estos cambios temporales y progresivos fueron solicitados, entre otras comunidades, por Andalucía, que ya en la última reunión con el Gobierno español pidió el inicio de la asistencia interna en las aulas y por grupos de edad; medir su impacto. Algo compartido por la mayoría de los expertos que fueron consultados por IDEAL durante la elaboración de este informe.
Entre estas personas se encuentra la catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la UGR, Aurora Bueno, aunque a ella, a diferencia de sus compañeros del artículo, le parece un buen momento para empezar a pensar en quitar el uso obligatorio de este elemento. protección personal. A su juicio, llevar mascarilla debería ser un acto de responsabilidad exclusivamente «individual». Por tanto, retirar la regla de llevarlo en interiores no es más que una decisión «política» que considera «razonable» ahora que la incidencia está disminuyendo. “La vida tiene que continuar en algún momento”, dice, quien cree que no hay lugar para nada más dadas las circunstancias. Y pone el ejemplo de los países del Norte, “donde no se usan mascarillas y a nivel de incidencia son como nosotros”, explica.
Su apuesta va más en la línea de «reforzar la educación» que de insistir en la obligación de llevar mascarilla. Aunque, para aclarar, su consejo como especialista es que hay que «seguir protegiéndose para ayudar a proteger también a los demás», apunta Aurora Bueno, quien asegura que lo seguirá utilizando en el aula por «sentido de la responsabilidad». propagarse, cree, en actos cotidianos como la vida comunitaria, ya sean eventos multitudinarios, transporte público… etc. Se concluye un compromiso con el sentido común ya que seguiremos estando expuestos a este virus, «como siempre los demás».